Acabo de volver del funeral de Emilio Ríos, un
joven miembro de nuestra comunidad.
Iglesia abarrotada, madre angustiada y desgarrada,
compañera sentimental desconsolada y confundida, familia destrozada, amigos y
amigas aturdidos.
Lágrimas y sollozos, ese es el retablo que dejé detrás y que ni siquiera me atrevía a entrever en el espejo retrovisor de mi coche por miedo a enturbiar la imagen que llevaba en mi mente. ¡Madre mía, qué dolor!
Lágrimas y sollozos, ese es el retablo que dejé detrás y que ni siquiera me atrevía a entrever en el espejo retrovisor de mi coche por miedo a enturbiar la imagen que llevaba en mi mente. ¡Madre mía, qué dolor!
El hombre que su valiente compañera y
otros nos describieron en sus elegías no es la persona a la que esperamos decir
adiós a tan temprana edad. Pero esa ha
sido la triste realidad hoy para todos nosotros, la comunidad española de
Canberra.
Creo que fue Albert Camus quien en su célebre novela
“La Muerte Feliz” dijo: “No se vive más o menos largamente feliz. Se es feliz.
Punto final. Y la muerte no impide nada - es un accidente de la felicidad…” Qué gran epitafio para Emilio Ríos.
Carmen, Lisa, Antonio, María, Francisco la
comunidad entera llora con ustedes.
Juan Rodriguez
por el CRE de Canberra
por el CRE de Canberra
Agradecemos tus bellas palabras de condolencia.
ReplyDeleteTambien queremos agradecer ha todos por las flores y por acompañarnos en estes tristes momentos.
Carmen Rios