En un artículo publicado en el Canberra Times el 14 de diciembre pasado Claudio Ciuffetelli, presidente del Club Italo-Australiano
de Canberra decía que la manera como han venido funcionando los pequeños clubes
en el pasado no es apropiada para la situación actual y si el club (refiriéndose
al club italiano) quería sobrevivir tendría que dejar de depender solamente de
las ganancias procedentes de las maquinas tragaperras. “Necesitamos cambiar, porque si no lo hacemos
nos marchitaremos y moriremos” Y continuó “Hemos
llegado a un punto donde o nos ajustamos (a las realidades del presente) o
perdemos nuestro patrimonio histórico y cultural”
El Club Italiano no es el único club étnico que
está atravesando momentos difíciles. De
hecho, la gran mayoría de clubes étnicos están sufriendo situaciones parecidas
a la de ese club. Grandes caídas en el número
de socios, regulaciones gubernamentales cada vez más costosas de efectuar, más variedad
en lugares de distracción y más competición por parte de otras formas de socializar
(por ejemplo, online) resultan en menor recaudación y, al final del día, problemas
de financiación. Los edificios y otras
estructuras que un día se construyeron con enormes dosis de entusiasmo, gran voluntariado
comunitario y donaciones personales, hoy cuestan muchos dólares para
mantenerlas abiertas y ofrecer servicios y amenidades para atraer, no ya al público
en general, si no a los propios socios.
Al parecer la trayectoria que suelen seguir la
mayoría de clubes étnicos tiene una explicación más o menos científica. Hace unos días, en conversación con un viejo
amigo y prominente miembro de la comunidad, este me dijo que según un experto
en la materia, los clubes étnicos, particularmente los pequeños, no suelen
sobrevivir más allá de la tercera generación, unos sesenta años. Esto es debido a que con el paso del tiempo y
muy a menudo por razones de trabajo, las comunidades se dispersan y los grupos
que la componen pierden contacto entre ellos.
Los descendientes de la comunidad original se integran más profundamente
en la sociedad australiana y se apartan de sus comunidades ancestrales que en
muchos casos ya no pueden identificar de manera definitiva ya que muchos de
ellos son el resultado de familias donde el padre y la madre tienen distintas nacionalidades
e inclusive diferentes etnias y donde el inglés se usa
como lengua franca en casa.
Nuestro club, el Club Hispano-Australiano de
Canberra, que en edad ya esta rondando la tercera generación, también está
atravesando momentos difíciles y, como dice el Sr. Ciuffetelli, tendremos que
cambiar y reinventarnos o nos marchitaremos y pereceremos. Dado las afinidades y
vínculos históricos y socio-culturales que unen nuestras dos comunidades me atrevería
a sugerir que sería acertado seguir de cerca el proceso de cambio en el que se
prepara a entrar el Club Italiano para beneficiarnos de su experiencia. No olvidemos que, en cierto modo, el Club
Italiano es el hermano mayor del Club Español.
Se fundó unos años antes que el nuestro y, según tengo entendido, en su día,
nuestros líderes comunitarios adoptaron muchas de las iniciativas y procesos iniciados
por la comunidad italiana durante el periodo fundacional de su club.
La clave para posibles soluciones a nuestro
problema (como lo es también para el club italiano y otros club étnicos) parece
ser el poner en marcha un proceso de renovación. “Reinventarnos” y adaptarnos a
las necesidades y demandas de la colectividad que nos rodea.
Esto, claro está, requerirá importantes
cambios legales y administrativos en el funcionamiento de nuestro club. Pero, sin entrar en legalismos complicados, creo
que lo primero que deberíamos preguntarnos es ¿cuál es la función del club y cuáles
son sus cometidos como representante de nuestra comunidad de Canberra? De las respuestas que demos a estas preguntas y
lo que entendamos por ellas dependerá en gran parte el futuro de nuestro club. Lo importante, a estas alturas, es que, al
igual que los italianos, iniciemos un proceso de consulta y participación dentro
la comunidad y revitalicemos el interés por nuestra historia, cultura,
tradiciones y gastronomia entre la sociedad australiana en la que vivimos.
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