El Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior lleva funcionando más de veinte años… y yo me pregunto: ¿cuándo
va a cumplir la mayoría de edad?
Me lo pregunto porque no solo no se nos
permite elegir a nuestro propio presidente, si no que no se nos consulta ni se
nos concede ni siquiera la menor latitud de opinión. Esta
lamentable situación se manifestó claramente durante la apertura y primeras
horas del II Pleno del VI Mandato celebrado recientemente en Madrid.
De manera algo esporádica se nos informa que
el Pleno comenzará mas tarde de lo anunciado en la agenda debido a un imprevisto. Después de una dilatada espera, la
Presidenta en funciones declara abierto el Pleno y llama a aprobar el orden del
día. He aquí que se descubre la contradictoria
dicotomía bajo la que ha venido, y sigue, funcionando el Consejo.
Se solicita de los Consejeros la aprobación
del orden del día pero no se les permite hacer ninguna enmienda a este. Se nos informa que el orden del día es formulado
por el Secretario del Consejo en colaboración con el Presidente y no está
abierto a enmiendas. En una palabra el
orden del día está grabado en tablas de mármol.
Pienso yo que ya es hora de que pasemos de las
tablas de mármol a los tablets de iPad.
En esos momentos iniciales del Pleno empecé a sentirme como el niño travieso, en una de
esas clases de lengua y cultura española, al que la maestra manda a casa
castigado a la mitad de la lección por haber hablado en clase.
No se nos consulta ni siquiera cuando las
decisiones que toman afectan negativamente a gran parte de la diáspora, como es
el reciente caso de las “Instrucciones” enviadas a las Consejerías de Educación
y que van a deteriorar la buena marcha del programa de las ALCE.
Aprobado finalmente el orden del día, con
enmienda otorgada por la presidencia, y ratificado en su puesto al nuevo Presidente
del Consejo nominado por la ministra, quedan todavía ante nosotros tres importantísimas
tareas que afrontar y muy poco tiempo para discutir y deliberar.
Pues bien, ¿qué se
hizo? Pues dar la palabra a un gran
número de “representantes de organizaciones interesadas” hasta el punto de que,
finalmente, poco tiempo quedó para considerar los temas que
realmente interesan a los que venimos del exterior:
- modernizar las normas por las que se rige el funcionamiento del Consejo, en particular, cómo se elige/ratifica su presidencia;
- proponer correcciones a los cambios que en su día hicieron en la LOREG el gobierno y la oposición;
- fortalecer, no empobrecer, el programa de las ALCE;
además de una larga lista de propuestas
adoptadas en las reuniones de trabajo de las Comisiones delegadas del CGCEE, reivindicaciones,
peticiones y acuerdos adoptados a través de los años en Plenos anteriores, como,
por ejemplo, la Tarjeta de Salud a la que tanto aspiramos los que estamos
fuera, y que aún siguen sin materializarse.
Mi opinión y comentarios sobre las enmiendas
que hace falta hacer al Reglamento del Consejo ya las expuse en su día en el
Pleno. Quisiera hoy hacer hincapié sobre
el aspecto que considero más importante; me refiero a la elección de la
presidencia. Si el Presidente, Vicepresidentes y Secretario son nombrados a
discreción del ministro de turno, no es de extrañar que los Consejeros sintamos
que nuestra presencia en los plenos es meramente decorativa. Considero absolutamente necesario el que
podamos proponer y elegir, al menos, a la persona que presida el Consejo. Me atrevo a añadir aquí que ya va siendo hora
de que el Consejo sea presidido por una de nuestras compañeras. Tenemos mujeres muy capaces en este Consejo.
El catastrófico efecto que tuvo en el voto de
la ciudadanía en el exterior los cambios que el PSOE con la colaboración del PP
hicieron a la LOREG en 2010 está bien documentado. La caída del porcentaje de participación, del
25 al 4 por ciento, lo dice todo. Lo que no está tan bien documentado es la
marginación política que sentimos los emigrantes y la desilusión que nos causan
los partidos mayoritarios. ¡No nos quisieron oír! decían
los Consejeros en el Pleno del 2011. Y aún
siguen sin escucharnos.
Cómo podemos representar a un colectivo que se
siente marginado, por no decir olvidado por sus máximos representantes y que ve
como cada vez crecen más las desigualdades entre los de dentro y los de fuera. No se trata ya de que rectifiquen decisiones
erróneas y perjudiciales o de que aumenten o mejoren los programas y
prestaciones que se nos ofrecen, si no de mantener lo poco que se ha
conseguido.
Las desdichadas “Instrucciones” para las ALCE
ilustran nítidamente el menoscabo que estamos sufriendo los ciudadanos en el
exterior. Está claro que nuestros
líderes políticos no entienden o aprecian el efecto que las medidas que
proponen tienen en las comunidades afectadas.
En Australia, por ejemplo, las ALCE no solamente son altamente valoradas
por las autoridades locales si no que
son también emblemáticas de la Marca España y uno de los principales
aglutinantes de nuestras comunidades.
Padres, madres, familias que, debido al ajetreo
de la vida moderna, apenas se mantienen en contacto durante la semana,
aprovechan el viaje y las horas de espera durante las clases de lengua y
cultura española que reciben sus hijos para “resolver los problemas del mundo”
y, cómo no, lamentar lo malamente que se están poniendo las cosas. “¿Has
oído? Se dicen entre ellos. “Van a
reducir las horas de tres a una y media” dice una madre. “Pues
yo para hora y media me lo voy a pensar; en coche media hora para arriba y
media hora para abajo, aparcar, esto y lo otro…no sé” responde la otra madre.
Y así una importantísima actividad social de
la vida cotidiana de nuestras comunidades irá desapareciendo y poco a poco nos iremos
sintiendo menos españoles.
Y así, también, un día nos daremos cuenta de que
no representamos a nadie porque no nos dejaron crecer y llegar a ser adultos.
Juan Rodríguez
Consejero por Australia
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